sábado, 8 de noviembre de 2008

Fragmento de -A la búsqueda de Mayra-



[...] Caminamos unas cuadras y observé un hotel descuidado, pregunté a Brian si lo conocía y dijo que no, que él nunca visitaba esa clase de hoteles. “No te preocupes por el lugar, todo va a ser muy rápido” le dije. Él asintió y entramos al hotel. Pagué la habitación y subimos dos pisos.
En el cuarto ordené a Brian que se quitara la ropa. “¿Tan rápido, papá?” “Sí”. Brian quedó sólo con una tanga color negro que escondía un enorme bulto “Hijo de puta” pensé “Tal vez por eso trabaja de stripper este adefesio”. Permanecí con mi ropa puesta y me senté en una silla de madera enfrente de la cama. Ordené a Brian que bailara “Pero no hay música, papi”. Encendí la televisión y busqué algo bailable, por suerte en el canal 2 transmitían un concierto de Margarita. “¡Yo no bailo eso!” “Anda, sólo será un minuto”. Brian comenzó a moverse y yo me senté de nuevo. Encendí un Camel.
- ¿Te suena el nombre de Mayra? – le pregunté.
- ¿Qué?
- Si conoces a alguna Mayra.
- Mayra… Mayra… Mayra… No, ni idea.
- De Puerto Vallarta, una travesti de peluca negra, piel blanca, facciones finas.
- No me gustan los travestis, papi.
- Iba muy seguido al bar Mañana.
- ¿Mañana? ¡Yo trabajé ahí! – dijo dejando de bailar.
- Sigue bailando, no te detengas.
- Creo conocer a ese puto que dices. Ese maricón quería conmigo, pero como puedes ver soy mucho para un pinche travesti. No sé cómo pensó que podía andar conmigo ¿A ti te gustan los travestis?
- Me encantan.
- Pues sí, hay algunas buenonas ¿No, papá? Pero Mayra estaba feo, yo me lo cogí una vez, ya ni apretaba el puto. Me lo cogí porque ya andaba muy pedo, pero el culero me robó mi celular. Era un ratero vestido de mujer ese cabrón. No le armé desmadre por el robo, pero sí por un desmadre que le contó a mi vieja, entonces ahí sí me la cobré… ¡Chale! No debería de contarte todo esto. No creo que te interese.
- Quítate la tanga – le ordené.
Brian obedeció y mostró un miembro enorme. Me incomodé pero le dije que se pusiera en cuatro. Yo comencé a quitarme la ropa.
- ¿Sabes en dónde está Mayra?
- No sé, papi. Tal vez esté muerto el puto. Todos los rateros como él deberían estarlo ¿No crees? – dijo antes de acomodarse sobre la cama.
- Entonces ¿No sabes?
- No ¡Y me vale madres!
Brian me dio la espalda mostrando su trasero rasurado y moreno que movía con ligereza. Tomé su tanga y con un solo movimiento la lancé sobre su cuello acomodándola entre la garganta y su mandíbula. El stripper comenzó a mover sus brazos en todas direcciones intentando zafarse pero no podía, todas mis fuerzas estaban en los extremos de la tanga y los años de barras y pesas aún no estaban tan afectados por mi enfermedad. Brian comenzó a gemir y esto sólo hizo que aumentara mi fuerza. “¡Hijo de puta! ¡Hijo de puta! ¡Sé lo que le hiciste a Mayra y por eso te vas a ir a chingar a tu puta madre en el infierno!” Brian sacó un último impulso de fuerza y logró hacerme a un lado, pero mis manos no soltaron la tanga y él seguía prendido a ella. Al notar que podía recuperarse, lancé un puñetazo a su garganta con todas las fuerzas que me quedaban. Los ojos de Brian, inundados en lágrimas se desvanecieron y su cuerpo moreno cayó sobre la cama. Suspiré pero la tos me atacó. Sentí las flemas ahogando mi garganta y las escupí sobre el pecho de Brian, luego volteé su cuerpo para cerciorarme que estaba muerto. Sus ojos permanecían en blanco y ya no respiraba. Me levanté y corrí al baño. Expulsé tres flemas y me miré en el espejo. Mis ojos lagrimeaban pero mi rostro delataba satisfacción. Encendí un cigarro aún con algunas flemas en la garganta y cateé el cadáver del stripper. En una de sus bolsas encontré una cartera con doscientos pesos, su credencial de elector y un volante del Monica´s. En la otra bolsa sólo tenía cigarros. Me quedé con las dos cosas. Subí el volumen al televisor, me vestí con rapidez y abrí la puerta a discreción. Miré hacia los lados y el pasillo del hotel estaba vacío. Salí del cuarto cerrando la puerta con sigilo. Bajé las escaleras y el empleado de la recepción me miró. “¡Hey! ¡Usted! ¡¿Y su acompañante?!” Salí corriendo del hotel pensando que el recepcionista había escuchado algo. Ya en la calle corrí y corrí, no sabía con exactitud hacia dónde. Mis piernas sólo se movían sintiéndose amenazadas por un enemigo invisible. [...]

No hay comentarios: